miércoles, julio 12, 2006

Neoliberalismo, relativismo moral: la familia amenazada


Neoliberalismo, relativismo moral: la familia amenazada

En los estereotipos a que nos tiene acostumbrados esta sociedad mediática, cuando alguien levanta la voz por la familia es tildado de conservador o retrógrado, mientras que la etiqueta de progresista significaría aceptar pasivamente que conductas impropias sean admitidas como normales, en aras de una seudo diversidad.

Como persona crítica del sistema económico en que nos movemos, rechazo ese simplismo y planteo que es preciso luchar por un orden que sea más justo, sin exclusiones, pero reafirmando el rol fundamental de la familia y la heterosexualidad que implica, como pilares éticos de la convivencia, como equilibrado núcleo formativo de la sociedad.

Cuando se quiere defender la calidad de vida, se debe apuntar a este núcleo celular de la sociedad, la familia. La que ha sufrido un remolino de fuerzas desintegradoras que nos presentan hoy una sociedad débil, llena de temores, depresiones, inequidades y falta de proyectos colectivos. Es una realidad comprobable el hecho que se celebren cada vez menos matrimonios, que las relaciones afectivas son precarias, que aumentan las separaciones, que las personas rehuyen al compromiso y que los tribunales de familia han colapsado.

Si Chile es un país que envejece es por efectos del sistema social y económico que hemos mantenido por 30 años. El estar insertos en una dinámica individualista, que resalta la tenencia de bienes como parámetro de éxito y pertenencia, ha hecho que las parejas jóvenes, sobre todo profesionales, pospongan la maternidad por decisión propia o por condicionantes impuestas por el mercado, por los empleadores y por las Isapres.

¿Qué está ocurriendo con la familia chilena?

¿Qué anti valores la amenazan?

La preponderancia del individuo, del “yo” por sobre el “nosotros” ha hecho difícil que las parejas se integren en plena entrega. El feminismo fundamentalista ha trastocado la relación de pareja en la misma medida que pudo hacerlo el machismo en épocas anteriores, al reivindicar una falsa competencia de géneros, antes que la complementariedad natural de hombres y mujeres. Si el machismo restringía a la mujer a un rol doméstico y dependiente del hombre proveedor, el feminismo rompe con ese esquema, pero coloca a la mujer independizándose, compitiendo por los espacios tradicionales de los varones, desmereciendo respecto a ello, su rol fundamental de madre y jefa de hogar. Del mismo modo, el hedonismo, la búsqueda ilimitada del placer, va alienando a las personas y les impide ser para el otro, una de las bases del amor.

Por su parte, los fanatismos feministas alcanzan un sesgo de tipo lésbico, ya que llevan a una visión rupturista de la familia, donde la figura paterna podría ser prescindible, planteándose en forma confrontacional en contra del hombre.

El sano camino de la complementariedad natural de la pareja humana, donde ambos aportan sus capacidades a la construcción de una común identidad y un común proyecto de vida, se ha visto distorsionado por un relativismo moral que ha promovido como “natural”, como “opción sexual” el homosexualismo, algo que siendo una realidad debe ser tolerado por una sociedad que incluye a los distintos, pero entendiendo que lo normal es la heterosexualidad y que no se debiera legislar a favor de esas situaciones anómalas bajo el argumento de que han sido discriminados al no estar considerados en el derecho de familia.

Lo efectivo es que las sociedades siempre han regulado la convivencia de las personas heterosexuales a través de la institución matrimonial, apuntando al fortalecimiento de la familia y de la heterosexualidad intrínseca que conlleva el amor entre el hombre y la mujer, algo que por obvio y milenario nunca necesitó que se manifestara en forma más explícita, pues forma parte del Derecho Natural que trasciende el tiempo y espacio.

Tal vez nunca como ahora, la familia resistió tantas amenazas de sectores autodenominados minorías sexuales - minoritarios, pero influyentes - que apuntan a su desmoronamiento como pilar moral de la sociedad. Los sectores homosexuales y feministas han participado en los partidos políticos auto denominados como progresistas y han logrado que estas corrientes políticas, en una malentendida no discriminación, hayan intentado incorporar a la institucionalidad jurídica situaciones como el matrimonio gay, que debilitaría el principio de heterosexualidad propio del matrimonio como base celular de la familia. Es la realidad que se ha visto en España, donde los homosexuales han logrado que se acepte el matrimonio entre personas del mismo género.

Relativizar el matrimonio es parte de este deterioro de las relaciones de amor que debieran apuntar a una relación de entrega y aceptación mutua, de un hombre y una mujer, para toda la vida. Por eso, creo que es hoy especialmente urgente evitar confusión con otros tipos de uniones. Sólo el amor entronizado en un proyecto de familia, como compromiso a firme entre hombre y mujer, es capaz de fundar la construcción de una sociedad más justa, que sea el resultado de personas seguras, capaces de jugarse por sus ideales, porque en su seno familiar han aprendido a amar.

12 de julio de 2006




Una mirada libre a nuestro entorno

1 comentario:

Anónimo dijo...

El tema de la sexualidad es parte de este tema de familia. Por eso le copio un artículo encontrado en el Club de la Efectividad, que da para pensar en familia.

Educación sexual: ¿Cuál es el modelo?

El ámbito propio y natural para incorporar las primeras impresiones acerca de la sexualidad es el núcleo familiar. Allí, los niños podrán asociar lo sexual con el amor, el cariño y el respeto. Si por el contrario, el clima de relación entre los padres incluye la violencia, el maltrato, el atropello o incluso el desinterés, la sexualidad quedará asociada a valores que no servirán para vivir un erotismo conducente a la felicidad. La educación sexual, por lo tanto, empieza con cada uno de nosotros: nadie da lo que no tiene. No es raro que tanto los padres como los docentes y directivos de instituciones escolares, tengan muchos y muy fuertes tabúes sobre el tema de la sexualidad. Por eso, muchas veces surge una negativa a permitir que los hijos reciban educación sexual de parte de profesionales de la educación.

Adultos mal informados y con serios inconvenientes en el área de la sexualidad deberán comenzar, ellos mismos, por tratar sus problemas. No siempre los padres están preparados para responder a las necesidades de sus hijos en materia de sexualidad. Si bien se niegan a que otros les enseñen, tampoco ellos se ocupan de hacerlo, ni lo harán en la mayor parte de los casos si no media una educación que los incluya. ¡Dejan a merced de la suerte el aprendizaje de un tema tan importante para la maduración del niño y la felicidad de la persona!

Por desidia, permiten que sus hijos reciban miles de mensajes cargados de violencia, desamor y faltos de respeto por la persona (como lo son muchos programas de televisión, publicidades, videoclips, música, revistas, sitios de internet, etc...) Esos niños están desprotegidos y deberán aprender a madurar sexualmente en la calle y frente a la pantalla del televisor. Es muy probable que sus padres carecieran de una educación sexual familiar y escolar pero, por ese mismo motivo, deberían pretender algo mejor para sus hijos.

Mientras nuestros niños se están convirtiendo en adolescentes (careciendo de mensajes apropiados y del clima ideal de amor y respeto para recibirlos) no ayudamos, ni prevenimos. Muchos adquirirán fácilmente conductas que pondrán en riesgo su integridad física y su felicidad como seres humanos. Se verán en la necesidad de acercarse al otro sexo y formar una pareja sin tener la información necesaria.

De sus padres y educadores depende que no cometan más y más peligrosos errores, que aquellos que han podido acercarse al tema de la sexualidad en un clima ideal y con personas entrenadas para ello. ¿Está usted preparado/a para guiarlos?

Alicia Toro
Profesora Jubilada.