Baby boomers, vitales hasta el final
Se nos ha
tipificado como los baby boomers, esa generación que se define generalmente
como las personas nacidas entre 1946 y 1964, durante la explosión de natalidad
posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Protagonistas de Dos Siglos
En los decenios de 1960 y 1970, crecimos en la
guerra fría, supimos de la crisis de los misiles en Cuba, de la carrera
espacial, de la llegada del hombre a la luna, del zapatazo de Nikita Jrushchov
en la ONU, vivimos el asesinato de Kennedy, la guerra de Vietnam, el papado de
Juan XXIII, la ostpolitik, las masacres
de Tlatelolco y Tiananmen, la invasión de la URSS a Checoslovaquia. Fuimos
parte de la Reforma Universitaria y del sueño de la vía democrática al socialismo
de Salvador Allende, padecimos persecución, torturas, desapariciones, exilio.
Padecimos las dictaduras de los 70.
Sufrimos la máquina de muerte de la operación Cóndor. Fuimos los que
vimos caer los muros, vimos desaparecer a la URSS. Sobrevivimos al Siglo XX,
luchamos por recuperar la democracia, levantamos la voz por la paz, conocimos
la China de Mao y la China que después ingresó a la OMC, sufrimos por Bosnia,
Croacia, Libia, Afganistán, Irak, Siria, Palestina.
Persistimos en el Siglo XXI, seguimos soñando,
fuimos pioneros de las aplicaciones tecnológicas, protagonistas de la
globalización y la interculturalidad, fuimos los que depusimos el machismo y
caminamos codo a codo con nuestras compañeras para ganar espacios de libertad,
somos abuelos con proyectos, somos bisabuelos que no cejamos en defender ideas
y escribir poesía.
En general, construimos una sociedad de
bienestar y hemos sido equidistantes de las ideologías fundamentalistas. En
términos generacionales conocimos de la pobreza digna y tuvimos la educación
como palanca de movilidad social. Nuestros padres habían vivido la guerra y eso
nos hizo más proclives al diálogo y la democracia. Somos actualmente un 15% de
la población mundial.
Vivimos revoluciones tecnológicas
Somos los que brincamos sucesivamente a
mejores tecnologías y por ello el
trabajo a distancia o teletrabajo no nos sorprendió y entramos cómodos a
la virtualidad. Recuerdo que, en los ochenta, la máquina de escribir eléctrica
de punto, bulliciosa como ella sola, mandaba al museo la vieja máquina de
escribir portátil. Luego vino la electrónica, silenciosa y con corrector
incorporado, todas cumplieron su etapa y significaron una evolución notable en
el trabajo. En los sesenta, en la Universidad, habíamos picado esténciles y
habíamos editado revistas en papel roneo. En los setenta, aprendimos a picar un
télex, que se enviaba tipo telégrafo a la máquina de destino. Para preparar la
comunicación se escribía el texto, muy estructurado, y se picaba una cinta de papel
delgada que quedaba llena de perforaciones, Después, se encendía la máquina y
se conectaba con la terminal de destino, luego se colocaba el rollito de papel
y se daba enviar. Comenzaba a pasar con un sonido de tren de juguete la cinta
de papel y los agujeritos eran los pulsos que se trasmitían, para luego
decodificarse en destino. Cuento este detalle para que los jóvenes se hagan una
idea de cómo funcionaba el asunto. Las llamadas de larga distancia eran muy
caras y tener un teléfono en casa era casi un privilegio.
En los ochenta el télex se mantuvo como base
de comunicaciones, hasta que apareció el Fax que fue una maravilla, que
permitía pasar una hoja escrita o con gráficos, o una foto, y al otro lado
salía de inmediato en el equipo de fax, anunciando el proceso de recepción con
unos pitos característicos. Hacia fines de los noventa vino el salto a la
Internet con su hipervínculo que permitía navegar. Vinieron los portales, se
abrió la era de la blogsfera y de las punto com. Una etapa en que la tecnología era la diferenciación
y a pasos acelerados se construía la globalización.
Así, década tras década, fueron pasando los
discos flexibles, los videos en VHS y en Umatic, que nos servían para trabajar
conferencias con ese apoyo de multimedia. De la vieja planilla de cálculo
Wordstar, saltamos al Excel. De los blogs entramos a las plataformas virtuales,
a los sitios web, a Facebook, Youtube, Instagram, WhatsApp y TicTok. La
conexión instantánea, la conectividad en banda ancha, el 5G, siguen
asombrándonos.
Colgados de la pisadera
Hemos vivido una vorágine, una gran ola, que
siempre ha habido que surfear. De pronto, nos encontramos con la inteligencia
artificial, con la robótica, en un debate sobre máquinas sustituyendo a las
personas; con celulares que son un enorme computador de antaño, con múltiples
funciones, un sistema que nos deja, al instante, en posición de seguir y
participar de acontecimientos extraordinarios, como los que actualmente estamos
viviendo.
Durante la pandemia, por motivos trágicos y
tenebrosos para la humanidad, nuestras vidas cambiaron. Estuvimos confinados,
muchos de nuestra generación quedaron en el camino. Como abuelos o bisabuelos
hemos podido recién después de dos años, mimar a los nietos o bisnietos. Gracias a esta tecnología que no
deja de asombrarnos, hemos podido mantener conversaciones en familia,
integrarnos a redes sociales, seguir participando en política.
Trabajar desde casa ha significado
disfrutarlo, adaptándose al propio biorritmo. Combinando el trabajo a distancia
con el trabajo doméstico, compartir con amigos conversaciones virtuales y
mantener unida a la tribu frente a la pandemia.
Toda una experiencia, sobrevivir en tiempos de
corona virus, conversando en las redes, colaborando en la vecindad y orientando
a los más jóvenes, diciéndoles que hubo en la historia momentos muy duros y
pudimos superarlos, lo mismo que haremos ahora, con resiliencia. Es agradable
combinar el avance tecnológico con nuestra experiencia generacional, desplegar
las ideas para sentarse junto al río de la vida a observar, sin prisas, como
fluyeron amores y desamores, pasiones y olvidos, amistades falsas y amistades
verdaderas, amores platónicos y amores de carne y hueso, fuegos idílicos y
fuegos que laceran el alma.
Viviendo un cambio de era
Tenemos la consciencia de comprometernos para
legar un mundo mejor a las nuevas generaciones. Al menos, parte de nuestra
generación se ha resistido al individualismo que ha inundado la convivencia.
Tenemos la sapiencia ganada para escarbar los vericuetos del ser, para
prepararnos para nuestro propio último viaje, viaje real o quizá simple acceso
al andén de una estación circular, para una partida sorprendente, vaya uno a
saber. El punto es que, regresando de esas periódicas despedidas que damos a
los amigos que parten, podemos sentarnos a ver fluir la vida en un ejercicio
grato y necesario, con la mirada en el horizonte, abstraído en tu propia
dimensión, especulando metáforas o hilando nuevas crónicas, sin sostener
posiciones ni dogmas, como una veleta que se deja llevar por la brisa, sin
oponer resistencia, en un ejercicio mágico de seguir adelante, sabedores de que
cada paso podría ser el último, que jamás la congoja se enredará en tus bailes,
que amarás con la porfía de un gladiador irreverente.
Y, en este instante de la historia, cuando vamos
curtidos de traiciones y vemos cómo se derrumban dogmas oficiales, echamos mano
a la palabra creativa para iluminar los caminos, esgrimiendo lo colectivo y la
colaboración como quizá única opción redentora. Nos está tocando vivir un cambio
de era y somos privilegiados por ello.
Por eso, pensé que era bueno dejar este tiempo
para un divague, sintonizar de nuevo con los paradigmas propios, rememorar y
proyectar, al unísono, con la esperanza de llegar pletóricos a ese instante
final en que se apaguen las luces y la comedia continúe, pero en otra
dimensión, donde partiremos desnudos, sólo con pasaje de ida.
Hernán Narbona Véliz
Poeta, escritor y periodista chileno.
Valparaíso, 3 de marzo 2025